En Andalucía, la región del sur de España donde vivo, la costumbre de dormir un poco después del almuerzo es casi de obligado cumplimiento. Es una de las señas de identidad de los andaluces aunque no todos los que viven aquí la profesan con el mismo rigor. Es nuestra siesta.
Yo soy un fanático de esta costumbre y me vanaglorio, en cuanto tengo ocasión, de cumplir con denuedo el ritual de entrar en la cama, haga frío o calor, con pijama o sin él, poner el despertador, ahuecar la almohada, ... Es la forma perfecta de desconectar unos minutos. Hoy, lo confieso, he pecado y aquí estoy aporreando las teclas de mi portátil en lugar de estar con las persianas echadas, en la oscuridad de mi cuarto, volando entre pájaros o navegando por el océano. ¿Qué se le va a hacer? ¡Nadie es perfecto!

Nota. La foto está sujeta a una licencia Creative Commons y se encuentra alojada en Flickr. Su autor es bellafer*. La he buscado en FlickrCC.